La música siempre ha sido un puente entre lo tangible y lo etéreo, un medio que trasciende las palabras y transmite emociones de formas inimaginables. Dentro de este vasto espectro, la Música Electrónica para Bailar (EDM) surgió no solo como un género, sino como un movimiento. Últimamente, sin embargo, me encuentro lidiando con un pensamiento inquietante: ¿Está el EDM mainstream alejándose de sus raíces emotivas?
Para comprender verdaderamente mis preocupaciones, debemos retroceder a los orígenes del EDM. Imagina sótanos tenues y fiestas discretas en almacenes, donde el único requisito para entrar era la apreciación del ritmo. Este era un entorno que fomentaba la experimentación pura, centrada en la síntesis del ritmo y la emoción, libre de restricciones comerciales. Los recuerdos de mis primeros encuentros con este mundo están grabados en mi alma: momentos de conexión pura e irrestricta con el sonido y quienes me rodeaban.
No se puede negar el atractivo de la música de baile, y como todas las cosas bellas, el mundo tomó nota. De repente, las pistas underground que se intercambiaban como apretones de manos secretos se encontraron en plataformas mainstream, alcanzando estatus de platino. Aunque es alentador ver a los artistas de EDM disfrutando del protagonismo, hay una parte de mí que lamenta la pérdida de la intimidad inicial del género.
La Trampa del Éxito Comercial
Con el reconocimiento mainstream llega un tipo de desafío muy específico: la presión de producir no por amor, sino por números. Esta búsqueda del éxito comercial ha llevado a un aumento de pistas que, aunque pegadizas, carecen de la profundidad e innovación que antes eran sinónimas del género. A veces parece que estamos escuchando variaciones de la misma melodía, con sellos discográficos optando por lo seguro en lugar de romper límites.
A esto se suma la afluencia de colaboraciones con celebridades. Si bien la colaboración es la piedra angular de la creatividad, algunas asociaciones en el espacio EDM parecen menos orgánicas y más como movimientos estratégicos de negocios.
Los festivales de EDM eran una vez la Meca para los verdaderos aficionados, un lugar donde la música era la religión y el DJ, el sumo sacerdote. La evolución de la cultura de los festivales, aunque ha ampliado su alcance, también ha traído una oleada de asistentes más atraídos por la ‘escena’ que por los sonidos. La energía ha pasado de una euforia colectiva a un espectáculo más individualista, con redes sociales inundadas más de selfies que de momentos de trascendencia musical.
¿Hay Algo Positivo? A pesar del matiz comercial que parece ensombrecer el EDM contemporáneo, no todo está perdido. La belleza de la música, y especialmente un género tan diverso como el EDM, radica en su resiliencia y capacidad de renacimiento. Hay innumerables artistas, fuera del radar mainstream, produciendo pistas fieles al espíritu del EDM. Plataformas como SoundCloud, Bandcamp e incluso ciertas listas de reproducción de Spotify están repletas de estas joyas.
Además, hay festivales y lugares aún dedicados a la santidad de la experiencia de la música de baile, organizando eventos que priorizan el sonido sobre el espectáculo. Es crucial para nosotros, como verdaderos amantes del género, apoyar estos esfuerzos, asegurando que el alma del EDM siga viva y palpitante.
La transformación de la música de baile de una maravilla underground a un fenómeno global es una espada de doble filo. Si bien ha llevado alegría a innumerables nuevos oyentes, también se ha desviado algo de sus orígenes. Pero, al final, la esencia de la música de baile no se limita a lo mainstream o a lo underground; existe en los ritmos, las caídas y los momentos de éxtasis compartido. Mientras haya artistas apasionados y oyentes exigentes, el alma del EDM perdurará.